Caracolum fue, todavía siendo un niño, una historia que se me ocurrió dibujando garabatos elípticos que a menudo terminaban siendo conchas de caracol. Recuerdo haberme ilusionado mucho durante aquella época imaginando personajes y situaciones en mundos oníricos. También fue entonces cuando empecé a disfrutar con la pintura, y mi ilusión por dibujar que hasta entonces había sido como un entretenimiento obsesivo, se convirtió en algo mucho más especial. Aquella inquietud me llevaba de algún modo a buscar otras realidades y entendí como arte la manera en que conectaba con todo aquello. Caracolum por tanto lo asocio con aquella ilusión y defino con esta palabra la búsqueda de esa verdad.